Aunque esta se haya fomentado desde la infancia, es normal que los jóvenes presenten dudas acerca de su imagen y su persona, Por Karen G. Martínez / Especial para Por Dentro
La autoestima se describe como el sentido que se tiene sobre sí mismo. Se habla mucho sobre lo importante que es mantenerla en buen estado y especialmente sobre cómo estimarse poco puede provocar una serie de problemas, incluyendo trastornos siquiátricos. Es entre los 12 y los 18 años cuando adquiere mayor importancia.
Durante este período, conocido como adolescencia, se define la personalidad y se produce una idea de quién soy yo con respecto a los demás. Para lograrlo, el adolescente atraviesa múltiples procesos donde va adquiriendo cualidades de las personas que le rodean y se va comparando con diferentes grupos para poder formar un sentido de identidad. En muchas ocasiones esta identidad se basa en las presiones del grupo de pares y en la forma de demostrar independencia de su núcleo familiar. Esto podría provocar consecuencias negativas como el uso de sustancias controladas y la actividad sexual irresponsable.
Es importante fomentar en los adolescentes el aprecio hacia ellos mismos, es decir, la buena autoestima. Aunque es durante este periodo cuando se ve el mayor impacto de una buena o mala autoestima, el desarrollo de la autoimagen positiva comienza desde la infancia. Para lograrlo, debemos entender que tener una autoestima positiva no es equivalente a ser orgullosos ni ser perfectos. La persona que tiene una buena imagen de sí misma entiende que hay cualidades positivas que se deben fortalecer y cualidades negativas que se deben tratar de mejorar. Por tanto, a los niños se les debe ayudar a identificar estas fortalezas y debilidades de manera que no disminuya la confianza en sí mismos.
Las fortalezas deben identificarse y reforzarse positivamente con halagos. Las debilidades se señalan y se ofrecen opciones para modificarlas. Utilizar castigos o regaños podría provocar que el niño se observe de forma negativa y no aprenda a alterar estas cualidades. Esto no significa que no se debe regañar a los niños, sino que, cuando se les va a castigar, se identifique claramente que se desaprueba la conducta y no al niño como persona. En vez de decir: “José, qué mal te has portado”, comenta: “José, quitarle los juguetes a tu hermana no estuvo bien”. De esta forma, no se critica al individuo y, por el contrario, se identifica cuál es la conducta que no se aprueba. Además, se ofrece una alternativa a la conducta que el niño presentó.
Aunque se haya fomentado una buena autoestima desde la infancia, los adolescentes van a presentar dudas acerca de su imagen y su persona. La mejor manera de continuar fortaleciendo la autoimagen en este momento es escuchar las quejas del adolescente sin minimizar sus preocupaciones y siempre recordándoles las miles de razones por las cuales su familia lo quiere. Definitivamente, la autoestima es un concepto esencial en el desarrollo de los niños y adolescentes pero, como padres, si se les demuestra una aceptación a sus personas como individuos, no importa cuántas presiones externas aparezcan, nuestros niños sabrán que son especiales y únicos. La autora es doctora y catedrática auxiliar del Programa de Psiquiatría de Niños y Adolescentes del Recinto de Ciencias Médicas.
domingo, 7 de marzo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario