Nueva guía de salud sexual
La hipersexualidad y el síndrome premenstrual se sumarán a la lista de enfermedades
Por Marga Parés Arroyo / Mpares@elnuevodia.com
En el 2013 la evaluación de las condiciones de salud mental sufrirán cambios, algunos tan trascendentales como el clasificar como un trastorno la hipersexualidad y el síndrome premenstrual disfórico, entre otros.
Esta metaformosis responde a la más reciente revisión del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM, en inglés).
Este documento, una conocida guía médica de los diagnósticos de salud mental, es confeccionado por la Asociación Americana de Psiquiatría (APA, por sus siglas en inglés). La más reciente, el DSM-IV TR (Texto Revisado), data del año 2000.
“Van a haber muchos cambios de diagnóstico, más dimensionales, más cuantitativos”, explicó el doctor Víctor Lladó, quien ayer ofreció una charla sobre los “Retos y Debates de la Nueva Clasificación de las Enfermedades Mentales” durante la Cuarta Cumbre de Salud Mental de la Asociación de Hospitales.
Al igual que en otros años cuando el DSM fue revisado, este no ha estado exento de controversias. Por ejemplo, los miembros de los 13 comités de trabajo que están evaluando este documento debaten si añadir ciertos diagnósticos, como asexual (sin interés al sexo) y comer en exceso.
Nuevos criterios
Además, pretenden ser más específicos en los diagnósticos, al añadir criterios. Por ejemplo, dentro del trastorno de ansiedad se evaluará si el individuo padece de ciertas condiciones, como el trastorno de pellizcar la piel hasta sangrar, criterio novel en el DSM.
“Muchos dicen que para qué seguir creando más diagnósticos con nombres rimbombantes”, comentó Lladó, quien recalcó que esto podría, además, provocar una mayor estigmatización hacia las personas etiquetadas con ciertas condiciones mentales.
Sin embargo, el psiquiatra forense recalcó que la evaluación de este documento, que ya lleva más de veinte años de grandes cambios, provocará un mayor nivel de adiestramiento entre los profesionales de la salud mental. Dentro de los cambios positivos que se avecinan, Lladó señaló cómo al elemento de la funcionalidad del individuo se le dará un mayor énfasis.
“Se va a evaluar hasta qué punto la persona es funcional”, dijo al comentar que, antes de hacer un diagnóstico, se buscará si el trastorno mental que padece le ocasiona algún tipo de limitación o discapacidad. Solo de esto ocurrir prosperaría el diagnóstico.
¿Por qué los cambios?
Desde que se creó el primer DSM-I (1952), este documento ha sido evaluado periódicamente. En cada ocasión se mide qué elementos han funcionado bien y cuáles no están reuniendo las necesidades de los médicos a la hora de evaluar al paciente. En estos casos es que se evalúa cómo corregirlos.
El más sencillo es que el título del documento ya no llevará un número romano (DSM-IV), sino uno natural (DSM-5). Además, los comités evaluadores han determinado que ya no tendrá que transcurrir una década para que este escrito sea evaluado, sino que será revisado con más frecuencia.
Además de buscar cuál es el origen de las condiciones, a la hora de hacer el diagnóstico se evaluarán otros criterios que el individuo pueda padecer (dimensionalidad).
Repercusiones
Según Lladó, en términos legales algunos de estos criterios podrían traer más complicaciones.
Por ejemplo, mencionó como el propuesto síndrome sicótico atenuado (rasgos sicóticos leves o superficiales) ha creado mucho debate.
Explicó que, de surgir este nuevo diagnóstico, este podría utilizarse en las cortes como defensa de personas con este diagnóstico acusadas de un crimen.
El galeno comentó, además, como el síndrome de estrés postraumático se pretende liberalizar, por lo cual se presume que más personas serán diagnosticadas con esta condición.
“Podría ser hasta una exposición a químicos en el trabajo”, sostuvo.
Sobre la hipersexualidad, dijo que podría tener implicaciones legales pues también podría usarse como defensa.
“Lo malo es que se va a crear una etiqueta para cada problema que la persona tiene en la vida”, dijo.
Por esta razón, recordó que esta guía no debe utilizarse “como un libro de cocina, ni una sustitución al juicio clínico del examinador”.
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