Cuando tu hijo es gay
DIFICULTADES QUE PUEDEN ENFRENTAR LOS PADRES Y CÓMO PUEDEN AYUDARLO
Por Camile Roldán Soto / end.croldan@elnuevodia.com
Desde muy niño, digamos los 4 ó 5 años, el hijo de Minerva jugaba con adornos, gustaba de vestir capas, bailar, moverse mucho y entretenerse solo o en compañía de niñas en vez de varones.
“Había algo diferente en él”, recuerda la mujer hoy, casi treinta años después.
Tal cómo le dictaba su “sexto sentido de madre”, su hijo mayor y único varón resultó ser homosexual. Sólo que la certeza llegó muchos años después de los juegos con adornos y capas, cuando su niño había enfrentado rechazo, discrimen y burlas en el entorno escolar, y no por hacer daño a alguien, tener malas notas o comportamiento impropio. Todo el maltrato que vivió fue por tener una orientación sexual distinta a los demás. “Hubo crueldad. Lo rechazaban. Le ponían nombres”, apunta la madre.
Según datos divulgados por la Asociación de Psicología de Puerto Rico, entre 30 a 70% de los jóvenes gay han experimentado asaltos verbales o físicos en la escuela o han sido rechazados por amigos y familiares.
Elevar la conciencia sobre el ambiente que pueden enfrentar estos jóvenes en el ámbito escolar, o incluso la casa, motivó a la organización puertorriqueña a elaborar un folleto disponible a través de www.asppr.net con datos para entender la realidad de la población gay, lesbiana, bisexual, transgénero y que cuestionan su orientación sexual (GLBTQ).
Una dura niñez
En edades tan tempranas como los 2 a 4 años, varones y hembras pueden manifestar preferencias contrarias a las esperadas para su género. Las niñas pueden preferir jugar a ser el papá en lugar de la mamá, divertirse con carritos y no con muñecas, y vestir pantalones en vez de faldas con volantes.
En el caso de ellos, tal como el hijo de Minerva, los niños pueden optar por juegos asociados al género femenino, incluso expresar un gusto por imitar personajes de princesas y hadas. Estas conductas, explica la psicóloga clínica Monique Jiménez, son esperadas y apropiadas durante la niñez temprana, que se extiende hasta los seis años.
“Sin embargo, cuando ocurren fuera de la niñez temprana, van asociadas a verbalizaciones adicionales y se enmarcan en un contexto donde en conjunto se salen de lo esperado pueden definirse como conductas de género variantes”, señala la profesora de la Universidad Carlos Albizu. Para que se identifique el comportamiento de género variante las preferencias tienen que manifestarse de forma consistente, generalizada y marcada. Es decir, no tienen nada que ver ni bajo ningún concepto deben confundirse con expresiones esporádicas como, por ejemplo, que un niño quiera jugar con muñecas o imitar a su madre y viceversa en el caso de las niñas. En la adolescencia y la adultez, hombres y mujeres pueden experimentar atracción física o emocional hacia alguien de su mismo sexo.
“Sin embargo, estudios de investigación que han observado el desarrollo de niños varones con comportamiento de género variante hasta la adultez, revelan que como adultos la mayoría de ellos tiene una atracción física y afectiva hacia personas de su mismo sexo, es decir son gays o bisexuales”, cita el manual “Si a usted le preocupan los comportamientos de género de su hijo o hija” del Children’s National Medical Center. Aunque en el pasado los expertos en desarrollo infantil pensaban que estas conductas estaban relacionadas a experiencias vividas, hoy coinciden en que la predisposición genética pueden ser la causa principal.
Enfrentar la realidad
Los rasgos del comportamiento de género variante eran evidentes en el hijo de Minerva, a quien llamaremos Miguel. Como muchos padres y madres, la reacción inicial de Minerva y su esposo fue intentar modificarlos. Sin embargo, con el transcurrir del tiempo optaron por ofrecerle un ambiente familiar amoroso y de aceptación, con la meta clara de fortalecer su autoestima.
Observando a Miguel, se dieron cuenta de que prefería las actividades o deportes individuales, así es que a través del tiempo lo matricularon en clases de tenis, buceo y gimnasia que él disfrutaba muchísimo.
No es que haya sido fácil resistir la presión de cambiar a su hijo, explica Minerva.
“Uno como madre tiene ciertos conceptos metidos en la cabeza y se cree que con el tiempo las cosas van a cambiar. Hubo mucha negación de mi parte. En mi caso, estaba la religión y la preocupación de cómo te va a ver la gente. Pensaba que me podían ver como una madre fracasada porque no logré tener un hijo ‘normal’. Ya no lo veo así y, a pesar de eso, no hablo de esto con todo el mundo, sólo con un grupo selecto, gente que no juzga y que genuinamente quiere el bienestar de mi hijo”, establece.
Hablan los profesionales
La Academia Americana de Pediatría, entre muchas otras asociaciones médicas, establecen hace años que la homosexualidad no necesita cura, porque no es un trastorno mental. Sin embargo, alertan los psicólogos entrevistados, algunos profesionales de la salud todavía arrastran la idea equivocada de que la homosexualidad se puede o se debe tratar. La doctora Carmen Milagros Vélez establece que aún hace falta mucha educación y concienciación a la ciudadanía para lograr un ambiente de respeto a esta población.
“Tenemos que ayudar a las familias, porque allá afuera hay un discurso totalmente perjudicial a la salud. Qué le espera a un niñito de 12 ó 13 años cuando no puede contar con un ambiente seguro y de aceptación en su casa o en su escuela”, reflexiona la profesora de la escuela graduada del Recinto de Ciencias Médicas.
En su práctica, el psicólogo clínico Santiago Rivera Santos han lidiado con familias que enfrentan la homosexualidad de uno de sus miembros. En muchos casos, sostiene Rivera, los padres entienden erróneamente que tienen que buscar ayuda para “arreglarlos”. En un caso particular, los padres utilizaban el castigo físico para convencer al adolescente de que estaba equivocado.
Aunque accedieron a ir a terapia, los padres están molestos con el niño y él, en respuesta, expresa rechazo y hermetismo hacia ellos.
“En estos casos trabajamos con la construcción social. El padre tiene que salir del clóset también, y esto implica aceptar a su hijo y apoyarlo”, expresa el doctor. Madres como Minerva aspiran a una sociedad donde no exista el juicio negativo sobre personas como Miguel. Mientras ese deseo se materializa, ella cumple con lo que entiende es su responsabilidad. Por eso, aunque confiesa que aún le choca ver a dos hombres expresarse amor de pareja, se prepara para asistir a la boda de su hijo en Estados Unidos.
“Estoy bregando conmigo”, reconoce “porque él está bien, está feliz, y si hay algo que le he pedido a Dios es que mis hijos sean felices. No que sean ricos, no que tengan el mejor trabajo, que sean felices”.
Defiéndelo
No aceptes automáticamente las ideas tradicionales sobre los roles de los géneros y la orientación sexual. Aprende a separar los juicios de la sociedad del amor que sientes por tu hijo.
• Los niños son mucho más resistentes y capaces de soportar desafíos cuando sienten que sus padres están de su lado. Hazle saber a tu hijo que lo amas tal cual es. Comunica a los demás que amas a tu hijo incondicionalmente y dile que estarás siempre a su lado para darle apoyo.
• Orienta a tu hijo hacia actividades que lo ayuden a “encajar” socialmente respetando sus preferencias. No le impongas actividades que no disfrute.
• Habla con tu hijo sobre el hecho de que hay más de un modo de ser niño o niña. Enfatiza que cada persona es diferente y evita usar aseveraciones tales “el juego de muñecas es de niñas” o “tienes que jugar pelota porque eres niño”.
• Haz que tu hijo reconozca que es diferente en términos positivos.
(Fuente: “Si a usted le preocupan los comportamientos de género de su hijo o hija”, del Children’s National Medical Center.)
No es un trastorno
Los estudiantes gay suelen reportar que faltan a la escuela con más frecuencia que los estudiantes heterosexuales, debido al miedo a ser hostigados por otros estudiantes y a recibir daño a su propiedad.
Existe una alta tasa de dificultades emocionales, intentos de suicidio, conducta sexual arriesgada y consumo de drogas que reportan estudiantes LGBT en comparación con sus pares heterosexuales.
La Academia Americana de Pediatría, la Asociación Americana de Consejería, la Asociación Americana de Psiquiatría, la Asociación Americana de Psicología, la Asociación Nacional de Psicología Escolar y la Asociación Nacional de Trabajo Social, que juntas representan más de 477,000 profesionales, han tomado la posición de que la homosexualidad no es un trastorno mental y, por lo tanto, no es necesaria una cura.
Existen psicoterapeutas que erróneamente ven la identidad gay/lésbica como un trastorno mental que necesita ser cambiado o curado a través de terapia. Los grupos de profesionales de la salud coinciden en que la terapia reparativa no cumple con parámetros éticos y no debe ser implementada.
(Fuente: Datos sobre adolescentes gay, lesbianas, bisexuales, transgénero y que cuestionan su orientación sexual (GLBTQ).
“Había algo diferente en él”, recuerda la mujer hoy, casi treinta años después.
Tal cómo le dictaba su “sexto sentido de madre”, su hijo mayor y único varón resultó ser homosexual. Sólo que la certeza llegó muchos años después de los juegos con adornos y capas, cuando su niño había enfrentado rechazo, discrimen y burlas en el entorno escolar, y no por hacer daño a alguien, tener malas notas o comportamiento impropio. Todo el maltrato que vivió fue por tener una orientación sexual distinta a los demás. “Hubo crueldad. Lo rechazaban. Le ponían nombres”, apunta la madre.
Elevar la conciencia sobre el ambiente que pueden enfrentar estos jóvenes en el ámbito escolar, o incluso la casa, motivó a la organización puertorriqueña a elaborar un folleto disponible a través de www.asppr.net con datos para entender la realidad de la población gay, lesbiana, bisexual, transgénero y que cuestionan su orientación sexual (GLBTQ).
Una dura niñez
En edades tan tempranas como los 2 a 4 años, varones y hembras pueden manifestar preferencias contrarias a las esperadas para su género. Las niñas pueden preferir jugar a ser el papá en lugar de la mamá, divertirse con carritos y no con muñecas, y vestir pantalones en vez de faldas con volantes.
En el caso de ellos, tal como el hijo de Minerva, los niños pueden optar por juegos asociados al género femenino, incluso expresar un gusto por imitar personajes de princesas y hadas. Estas conductas, explica la psicóloga clínica Monique Jiménez, son esperadas y apropiadas durante la niñez temprana, que se extiende hasta los seis años.
“Sin embargo, cuando ocurren fuera de la niñez temprana, van asociadas a verbalizaciones adicionales y se enmarcan en un contexto donde en conjunto se salen de lo esperado pueden definirse como conductas de género variantes”, señala la profesora de la Universidad Carlos Albizu. Para que se identifique el comportamiento de género variante las preferencias tienen que manifestarse de forma consistente, generalizada y marcada. Es decir, no tienen nada que ver ni bajo ningún concepto deben confundirse con expresiones esporádicas como, por ejemplo, que un niño quiera jugar con muñecas o imitar a su madre y viceversa en el caso de las niñas. En la adolescencia y la adultez, hombres y mujeres pueden experimentar atracción física o emocional hacia alguien de su mismo sexo.
“Sin embargo, estudios de investigación que han observado el desarrollo de niños varones con comportamiento de género variante hasta la adultez, revelan que como adultos la mayoría de ellos tiene una atracción física y afectiva hacia personas de su mismo sexo, es decir son gays o bisexuales”, cita el manual “Si a usted le preocupan los comportamientos de género de su hijo o hija” del Children’s National Medical Center. Aunque en el pasado los expertos en desarrollo infantil pensaban que estas conductas estaban relacionadas a experiencias vividas, hoy coinciden en que la predisposición genética pueden ser la causa principal.
Enfrentar la realidad
Los rasgos del comportamiento de género variante eran evidentes en el hijo de Minerva, a quien llamaremos Miguel. Como muchos padres y madres, la reacción inicial de Minerva y su esposo fue intentar modificarlos. Sin embargo, con el transcurrir del tiempo optaron por ofrecerle un ambiente familiar amoroso y de aceptación, con la meta clara de fortalecer su autoestima.
Observando a Miguel, se dieron cuenta de que prefería las actividades o deportes individuales, así es que a través del tiempo lo matricularon en clases de tenis, buceo y gimnasia que él disfrutaba muchísimo.
No es que haya sido fácil resistir la presión de cambiar a su hijo, explica Minerva.
“Uno como madre tiene ciertos conceptos metidos en la cabeza y se cree que con el tiempo las cosas van a cambiar. Hubo mucha negación de mi parte. En mi caso, estaba la religión y la preocupación de cómo te va a ver la gente. Pensaba que me podían ver como una madre fracasada porque no logré tener un hijo ‘normal’. Ya no lo veo así y, a pesar de eso, no hablo de esto con todo el mundo, sólo con un grupo selecto, gente que no juzga y que genuinamente quiere el bienestar de mi hijo”, establece.
Hablan los profesionales
La Academia Americana de Pediatría, entre muchas otras asociaciones médicas, establecen hace años que la homosexualidad no necesita cura, porque no es un trastorno mental. Sin embargo, alertan los psicólogos entrevistados, algunos profesionales de la salud todavía arrastran la idea equivocada de que la homosexualidad se puede o se debe tratar. La doctora Carmen Milagros Vélez establece que aún hace falta mucha educación y concienciación a la ciudadanía para lograr un ambiente de respeto a esta población.
“Tenemos que ayudar a las familias, porque allá afuera hay un discurso totalmente perjudicial a la salud. Qué le espera a un niñito de 12 ó 13 años cuando no puede contar con un ambiente seguro y de aceptación en su casa o en su escuela”, reflexiona la profesora de la escuela graduada del Recinto de Ciencias Médicas.
En su práctica, el psicólogo clínico Santiago Rivera Santos han lidiado con familias que enfrentan la homosexualidad de uno de sus miembros. En muchos casos, sostiene Rivera, los padres entienden erróneamente que tienen que buscar ayuda para “arreglarlos”. En un caso particular, los padres utilizaban el castigo físico para convencer al adolescente de que estaba equivocado.
Aunque accedieron a ir a terapia, los padres están molestos con el niño y él, en respuesta, expresa rechazo y hermetismo hacia ellos.
“En estos casos trabajamos con la construcción social. El padre tiene que salir del clóset también, y esto implica aceptar a su hijo y apoyarlo”, expresa el doctor. Madres como Minerva aspiran a una sociedad donde no exista el juicio negativo sobre personas como Miguel. Mientras ese deseo se materializa, ella cumple con lo que entiende es su responsabilidad. Por eso, aunque confiesa que aún le choca ver a dos hombres expresarse amor de pareja, se prepara para asistir a la boda de su hijo en Estados Unidos.
“Estoy bregando conmigo”, reconoce “porque él está bien, está feliz, y si hay algo que le he pedido a Dios es que mis hijos sean felices. No que sean ricos, no que tengan el mejor trabajo, que sean felices”.
Defiéndelo
No aceptes automáticamente las ideas tradicionales sobre los roles de los géneros y la orientación sexual. Aprende a separar los juicios de la sociedad del amor que sientes por tu hijo.
• Los niños son mucho más resistentes y capaces de soportar desafíos cuando sienten que sus padres están de su lado. Hazle saber a tu hijo que lo amas tal cual es. Comunica a los demás que amas a tu hijo incondicionalmente y dile que estarás siempre a su lado para darle apoyo.
• Orienta a tu hijo hacia actividades que lo ayuden a “encajar” socialmente respetando sus preferencias. No le impongas actividades que no disfrute.
• Habla con tu hijo sobre el hecho de que hay más de un modo de ser niño o niña. Enfatiza que cada persona es diferente y evita usar aseveraciones tales “el juego de muñecas es de niñas” o “tienes que jugar pelota porque eres niño”.
• Haz que tu hijo reconozca que es diferente en términos positivos.
(Fuente: “Si a usted le preocupan los comportamientos de género de su hijo o hija”, del Children’s National Medical Center.)
No es un trastorno
Los estudiantes gay suelen reportar que faltan a la escuela con más frecuencia que los estudiantes heterosexuales, debido al miedo a ser hostigados por otros estudiantes y a recibir daño a su propiedad.
Existe una alta tasa de dificultades emocionales, intentos de suicidio, conducta sexual arriesgada y consumo de drogas que reportan estudiantes LGBT en comparación con sus pares heterosexuales.
La Academia Americana de Pediatría, la Asociación Americana de Consejería, la Asociación Americana de Psiquiatría, la Asociación Americana de Psicología, la Asociación Nacional de Psicología Escolar y la Asociación Nacional de Trabajo Social, que juntas representan más de 477,000 profesionales, han tomado la posición de que la homosexualidad no es un trastorno mental y, por lo tanto, no es necesaria una cura.
Existen psicoterapeutas que erróneamente ven la identidad gay/lésbica como un trastorno mental que necesita ser cambiado o curado a través de terapia. Los grupos de profesionales de la salud coinciden en que la terapia reparativa no cumple con parámetros éticos y no debe ser implementada.
(Fuente: Datos sobre adolescentes gay, lesbianas, bisexuales, transgénero y que cuestionan su orientación sexual (GLBTQ).
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